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Seguridad social, un futuro incierto

Autor: Silvio Aristizábal Giraldo //

La población mayor de 60 años en el mundo suma hoy más de 700 millones.  Más de la mitad de esos hombres y mujeres carece de una pensión de jubilación que les permita vivir en condiciones dignas. La situación tiende a agravarse hacia el futuro a juzgar por el desempleo y la informalidad laboral que aquejan a la juventud actual, es decir,  a los viejos del 2050. 

Para el 2030 el número de personas viejas, se calcula, será de 1300 millones y en el 2050 ascenderá a 2000 millones. Sin embargo, una gran mayoría de estas personas, estará en condiciones nada envidiables: se prevé que el 80% de ellas vivirá en las regiones menos desarrolladas. Y como si esto no fuera suficiente, la seguridad social será cada vez más precaria, tanto en los países industrializados como en los de la periferia.

En el Informe mundial sobre la protección social 2014 – 2015, la Organización Internacional del Trabajo –OIT- afirma: “Aproximadamente la mitad (el 48 por ciento) de todas las personas que superan la edad que da derecho a pensión, no percibe una pensión”. Más de la mitad de las mujeres y de los hombres mayores de 60 años en el mundo “no tienen una seguridad del ingreso, carecen del derecho a jubilación y tienen que seguir trabajando, a menudo mal remunerados y en condiciones precarias”.


¿Cuáles son las perspectivas para el futuro? Nada alentadoras: “Solo el 42 por ciento de las personas en edad activa hoy día – señala  la OIT- pueden esperar recibir pensiones de seguridad social en el futuro, siendo la cobertura efectiva incluso más baja”. El citado Informe reconoce que algunos países de ingresos medios realizan esfuerzos para ampliar la cobertura de los regímenes de pensiones contributivas y otorgar pensiones no contributivas para garantizar un ingreso básico a las personas en edad avanzada. Pero, al mismo tiempo, muchos otros países están reformando su sistema de seguridad social, liberando al estado de sus responsabilidades y trasladando buena parte de los riesgos económicos a los individuos. En consecuencia, afirma la OIT, el gasto público en salud es “actualmente demasiado bajo” y el 40% del mismo recae directamente en el enfermo. Aunque desde el punto de vista legal existe cobertura en salud, en la práctica la atención es limitada. Con relación a las pensiones, el informe agrega, que se presenta un incremento en las cotizaciones, se retarda la edad de la jubilación y el valor de las mesadas disminuye.


La situación se torna aún más grave para la juventud actual. Dice la OIT en su estudio Tendencias mundiales del empleo juvenil 2013, que los jóvenes tienen tres veces más probabilidades que los adultos de estar desempleados y son los más golpeados con el incremento del desempleo. En la Unión Europea, para citar el caso de países ricos, donde supuestamente el problema es menor, había en 2012 una tasa de desocupación juvenil del 18.1%, similar a la presentada en 2010 y la más alta en los últimos 20 años.


En total, en el mundo, había en 2013 alrededor de 74,5 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad, desempleados. En Colombia, el desempleo juvenil en los últimos diez años ha estado en promedio en 20%, superando la tasa de América Latina y el Caribe que en 2013  se situó en 13.6%.


Pero no solo es la falta de empleo. La informalidad laboral, al no permitir unos ingresos fijos, atenta contra la seguridad social. Aunque al respecto existen grandes diferencias entre países y regiones, el promedio mundial se sitúa en 20%, pero hay países como los de Centro América y la región andina (incluido Colombia) donde cerca del 50% de quienes trabajan lo hacen en condiciones de informalidad.


El problema se acentúa cuando se trata de los jóvenes. Parecería, además, que, ante las escasas oportunidades de obtener un empleo digno y debido a la desconfianza en los sistemas socioeconómicos y políticos, muchos jóvenes sin trabajo, tampoco se interesan por estudiar, conformando la llamada generación “Ni-Ni” (en inglés NEET), ni estudian, ni trabajan, ni reciben formación. La proporción de estos jóvenes en los países con ingresos medios, se situó en 2010 en 15.8% y en América Latina y el Caribe, en 2008, era cercana al 20%. Esta subutilización de la mano de obra joven representa un lastre para el progreso y el bienestar de los países.


La seguridad social es un factor clave para el desarrollo integral. Garantizarla a las generaciones actuales y futuras es un requisito esencial para “no dejar a nadie atrás”.

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