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El Cuidado: ¿oficio de mujeres o responsabilidad de todos?

Autor: Silvio Aristizabal //

Mayo de 2015

Tradicionalmente el cuidado se asocia a la mujer y la maternidad, por lo cual se asume que está ligado a la generosidad, el desinterés y la abnegación. Así mismo se  afirma que el cuidado debe ser realizado por la mujer en el ámbito de la vida privada, sin retribución económica. En la actualidad este paradigma experimenta un profundo cambio debido a los diversos tipos de familia, la transformación de los roles de género y una mayor conciencia sobre los derechos humanos y sobre la igualdad entre hombres y mujeres.

“El cuidado es una función social de la mujer y está íntimamente ligado a la maternidad”. “Procesos tan importantes como higiene, fecundidad, maternidad, parto y lactancia son ejemplos de cómo el cuidado es innato en el ser humano, especialmente en la mujer”. Estas dos citas tomadas de artículos escritos en revistas universitarias, la primera en 2009 y la segunda en 2006, muestran la que ha sido, y para muchos sigue siendo, la concepción del cuidado: un oficio de mujeres, restringido al ámbito de la vida privada. Solo faltaría añadir que carece de recompensa económica.

Desde finales del siglo XX, esta visión se ha ido desplazando hacia la esfera de lo público y el cuidado empieza a ser reconocido como un derecho humano y una responsabilidad que compete a todos. Este desplazamiento busca responder a las nuevas condiciones de la sociedad, tales como: cambios en la estructura familiar; transformación en los roles de género; incremento en el número de las personas viejas; aumento de las personas en situación en discapacidad y mayor conciencia sobre los derechos humanos y sobre la igualdad entre hombres y mujeres. A lo anterior se añade “la visión prácticamente nula de la necesidad de cuidado como un riesgo en los sistemas de protección social”, lo que impide garantizar el derecho al cuidado “de manera adecuada, accesible y oportuna”. Así, gran parte de la población es privada del acceso a los servicios sociales y se ve obligada a comprometer sus propios recursos para obtener ayuda que le permita realizar actividades esenciales de la vida diaria.

El cuidado se puede analizar desde diversas perspectivas:[i] en relación con los derechos humanos; desde los debates sobre cómo conciliar trabajo y familia y desde la economía del cuidado.[ii] A esta última, enfatizada por las corrientes feministas, hacen referencia los siguientes apartes.

En sentido amplio el concepto de economía del cuidado se refiere a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven. Actividades relacionadas con la subsistencia biológica, el bienestar, la calidad de vida, el cuidado en la salud y en la vejez. Así mismo tiene que ver con aspectos emocionales, de socialización, comunicación con los demás, en fin, todo aquello que hace que seamos personas sociables. Las actividades antes señaladas se conceptualizan como no-trabajo. La razón para esto radica en que los economistas limitan el significado del trabajo al campo del mercado y esto implica que el trabajo realizado por las mujeres, al estar excluido del intercambio comercial, carece de valor económico. Esta discriminación tiene en su base la separación rígida de roles entre hombres (el espacio de lo público, del mercado) y mujeres (el espacio de lo privado), propios de la sociedad patriarcal. Puesto que el cuidado, tradicionalmente, se ha dejado en manos exclusivas de las mujeres, la mayor parte de la población adulta masculina depende de ellas para los asuntos de su vida cotidiana, de su subsistencia básica, incluida la dimensión emocional. Los varones socializados en la cultura patriarcal son incapaces de asumir la responsabilidad del cuidado, no sólo de ellos, sino también de otras personas.

A la naturalización del cuidado como un oficio femenino se añade la restricción de su significado, desconociendo su complejidad. Su aplicación se circunscribe a quienes en un momento de la vida necesitan atención específica: personas enfermas, viejas o en situación de discapacidad, niños, a las cuales, además, se les estigmatiza como dependientes. Sin embargo, como afirma Cristina Carrasco, “la dependencia humana –de mujeres y hombres- no es algo específico de determinados grupos de población, más bien es la representación de nuestra fragilidad y vulnerabilidad […] es algo inherente a la condición humana. Somos personas social y humanamente interdependientes y todas requerimos cuidados a lo largo de nuestra vida, de distintos tipos y grados según el momento del ciclo vital […] Lejos de ser un estado patológico, evitable o resultado de fallos individuales, el estado de dependencia es natural a la condición humana….”

No solo se estigmatiza a quienes necesitan cuidado, también las personas cuidadoras son estigmatizadas. Por sexo/género: como ya se ha dicho, son las mujeres las encargadas de cuidar; por sector social: mujeres pobres, de ingresos más bajos; por procedencia: migrantes, del campo a la ciudad o de los países periféricos a los centrales.

Al mantener el tema del cuidado en el ámbito del hogar y asumir que su gestión pertenece a lo privado y por ende – aunque no se diga – a las mujeres, se asume también que a ellas corresponde buscar solución a las tensiones que genera. Las mujeres, entonces, se ven obligadas a negociar en condiciones de desventaja y fragilidad, por lo que el problema se resuelve con mayor sobrecarga de trabajo para ellas mismas, lo que equivale a mayor violencia. El cuidado de las personas es un asunto que debiera ser considerado y tratado como tema social y político de primer orden. Es necesario elaborar una nueva visión del mundo social y económico en el que se integre todo el trabajo requerido para la reproducción social y cuyo objetivo principal sean las condiciones de vida de las personas. Se requiere una nueva mirada que extienda los límites de la economía más allá del mercado y en el que la economía del cuidado se considere un asunto fundamental y necesario para el mantenimiento de la vida humana, una responsabilidad de todos los individuos, hombres y mujeres, del Estado, las organizaciones comunitarias, la sociedad y la familia.


[i] Gherardi, Natalia y Zibecchi, Carla (2011). El derecho al cuidado: ¿Una nueva cuestión social ante los tribunales de justicia de Argentina? Revista Política, Vol. 49 Nº 1, págs. 107-138 Documento en línea disponible en: http://www.revistapolitica.uchile.cl/index.php/RP/article/viewFile/16742/17438Huenchuan Navarro, Sandra y Rodríguez Velásquez, Rosa Icela (2015). Necesidades de cuidado de las personas mayores en Ciudad de Mexico. Diagnóstico y lineamientos de políticas. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe – CEPAL -. http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/38879/1/S1500754_es.pdf

[ii] Carrasco, Cristina (2011). La economía del cuidado: planteamiento actual y desafíos pendientes. Revista de Economía Crítica, nº11, primer semestre, ISSN: 2013-5254. Documento en línea, disponible en: http://www.revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n11/REC11_9_intervenciones_CristinaCarrasco.pdf Rodríguez Enríquez, Corina. (2015) Economía feminista y economía del cuidado Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad. Revista Nueva Sociedad, N° 256, (marzo – abril). Documento en línea, disponible en: http://nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf Rodríguez Enríquez, Corina. (2005) Economía del cuidado y Política económica. Una aproximación a sus interrelaciones. Comisión Económica para América Latina y El Caribe – CEPAL -. Documento en línea disponible en: http://www.cepal.org/mujer/reuniones/mesa38/C_Rodriguez.pdf Rodríguez Enríquez, Corina. (2015) Economía feminista y economía del cuidado Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad. Revista Nueva Sociedad, N° 256, (marzo – abril). Documento en línea, disponible en: http://nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf

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