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El suicidio de personas viejas

Autor: Silvio Aristizábal Giraldo

En la mañana de un lunes de finales de septiembre de 2007, un amigo se acerca a la casa donde vivían Andre Gorz y su esposa Dorine, en una pequeña aldea francesa, y encuentra en la puerta un aviso que dice “avisen a la gendarmería”. 

Después de 58 años de vida en común, Gorz de 84 años, intelectual ampliamente conocido en su país, periodista, escritor y uno de los precursores de la ecología política, había decidido, junto con su esposa de 83 años, acabar con su vida. Un año antes, Gorz había escrito Carta a D. Historia de un amor, un libro con un párrafo que hoy se lee como premonitorio de la decisión de la pareja:

Recién acabas de cumplir 82 años. Y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace 58 que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío. Por la noche veo la silueta de un hombre que, en una carretera vacía y en un paisaje desierto, camina detrás de un coche fúnebre. Es a ti a quien lleva esa carroza. No quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas. Oigo la voz de Kathleen Ferrier que canta Die Welt ist leer, Ich will nicht leben mehr [El mundo está vacío, no quiero vivir más] y me despierto. Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos.

¿Qué llevó a esta pareja de octogenarios al suicidio? Al parecer, una enfermedad progresiva que aquejaba a Dorine y había llevado a Andre a renunciar a su empleo para dedicarse durante 23 años a cuidarla. Episodios como este generan necesariamente algunas reflexiones e interrogantes sobre el suicidio entre personas viejas.

Anualmente un millón de personas pone fin a su vida, entre ellos un número creciente de mayores de 60 años.  Francia, Finlandia y Bélgica registran el mayor número de suicidios en la Unión Europea para este grupo etario. En Estados Unidos, en 1992, los mayores de 60 años constituían el 13% de la población, y los suicidios en ese grupo de edad representaron el 20% del total de suicidios. Al igual que en los Estados Unidos, los casos aumentan en el mundo entero, aunque para algunos países las estadísticas son inexistentes, o, cuando las hay, son incompletas. Se sabe, sin embargo, que entre los mayores de 80 años, la cifra de suicidios aumenta. En Colombia, el mayor número de suicidios corresponde a personas con edades entre 15 y 25 años, pero los casos de personas viejas que deciden acabar con su vida van también en aumento, aunque la información al respecto es todavía deficiente (http://www.academia.edu/2397935/ Libro_y_ Cartilla_El_Suicidio).

Al analizar las causas del suicidio se ha encontrado que existe una estrecha relación entre la depresión y el suicidio. Ambas son causas de muerte y van en aumento en todas las edades pero especialmente en quienes sobrepasan los 60 años. Otras razones que llevan a optar por el suicidio en la vejez son el dolor crónico severo, las enfermedades debilitantes, y el diagnóstico de una enfermedad terminal (en ocasiones, la sola percepción de que se padece una enfermedad incurable genera el suicidio). Otros factores reconocidos son el abuso del alcohol, la pérdida de la pareja y la sensación de aislamiento y soledad. Diversos estudiosos del tema coinciden en señalar que los episodios depresivos, generados por el sentimiento de verse rechazados, agredidos o ser considerados una carga para los demás,  aparecen entre las principales razones para suicidarse o intentar hacerlo (España, Suicidio personas viejas: http://digital.csic.es/bitstream/10261/ 10495/1/g-15-1-015.pdf). Los intentos de suicido son más frecuentes en mujeres que en hombres, sin embargo, el suicidio consumado se presenta en una proporción de 3 a 1 en los hombres  con respecto de las mujeres.

Es de prever que, como consecuencia del envejecimiento poblacional, aumentarán los suicidios de personas viejas. Máxime en países como el nuestro, aquejados por profundas desigualdades sociales que impiden a las personas envejecer con dignidad, por lo cual se convierten con frecuencia en una carga para su familia. Como ha señalado la OMS es necesario considerar el suicidio cada vez más como un problema de salud pública que  se debe afrontar desde el núcleo familiar, pero también desde los distintos estamentos de la sociedad y del Estado. La educación de los ciudadanos para las relaciones intergeneracionales y para la aceptación del envejecimiento como una dimensión del transcurso vital, y  de la vejez como etapa final del ser humano que requiere solidaridad y apoyo, constituyen la mejor estrategia de prevención. Al respecto hay estudios según los cuales la existencia de redes sociales y familiares fuertes, disminuyen en un 50% las probabilidades de suicidio (http://zl.elsevier.es/es/revista/psiquiatria-biologica-46/articulo/suicidio-ancianos-90181167). Así mismo tiempo se requiere capacitación de los profesionales de la salud y de las ciencias sociales para que sepan identificar los riesgos del suicidio y contribuyan a su prevención.

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